lunes, 9 de noviembre de 2009

¡¡¡Próximamente!!!



Estimados amigos-visitantes:

El trabajo me ha tenido un tanto ausente, sin embargo, me gustaría adelantarles algunos de los post que he estado preparando y que en el transcurso del mes de noviembre iré subiendo al blog:

El Messenger: el mito de que las personas se aislan al chatear, o cómo la economía explica que las personas chatean porque así reducen sus costos de transacción.

¿Y tú, cuántos hijos quieres tener? Descubre la tendencia de nacimientos x mujer en México en las últimas décadas y circunscribe tus ganas de lavar pañales (o pagar por ello.)

¿La poligamia conviene a los hombres? Analizaremos cómo la poligamia, más bien, perjudicaría a los hombres (bueno, no a todos, sólo a aquellos que han soñado con amanecer en cuatro brazos o más...)

Además de la inauguración de la nueva sección:

Consultorio Económico:
→ ¡para que te decidas!

Sección dedicada a responder con un enfoque económico
tus preguntas acerca del trabajo, la vida cotidiana,
el amor y las actividades producto del ocio o
la creatividad que se te ocurra formular.
¿Qué es lo que te conviene?
¿Qué sucedería si...?
Aquí lo sabrás.
♀ ♂


¡Envíame tus preguntas!



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Y para los amantes de la música, dejo una canción de PRIMUS, banda de estadounidense de rock alternativo interpretando Puddin' Taine. ¡Disfrútenla!


domingo, 18 de octubre de 2009

¿Dónde se usan más condones?







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De las siguientes alternativas, ¿en dónde creen que se usen más condones?


a) En la sala
b) En el auto
c) En la cocina
d) En el cine
(Ver respuesta casi al final de esta entrada.)

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El INEGI publicó en el 2008 las siguientes cifras con respecto a las mujeres unidas en edad fértil usuarias de métodos anticonceptivos. Las cifras por estado son las siguientes:


Sinaloa y el DF fueron los estados en los que una mayor cantidad de mujeres reportaron utilizar métodos anticonceptivos, donde prácticamente 8 de cada 10 mujeres (unidas en edad fértil) los utilizan. Mientras que, en el otro extremo, Guerrero y Puebla reportaron ser los estados con menores índices de mujeres usuarias de métodos anticonceptivos, donde tan sólo la mitad los utiliza.


Esta actividad concreta, la utilización de métodos de control natal por parte de las mujeres (y sus parejas) tiene implicaciones económicas muy importantes, pues incide directamente sobre la cantidad de personas que hay en la actualidad y habrá en el corto, mediano y largo plazos en un lugar en particular.


Y al incidir directamente en las cantidades de personas existentes en un lugar, impacta directamente en todas las actividades económicas que se generan (o se dejan de generar) en torno a dicha población, como por ejemplo, los bienes y servicios que se comercian en torno al mercado de los bebés, la cantidad de escuelas que se necesita para cubrir a toda la población en el nivel escolar básico, la demanda de servicios de guarderías, la cantidad de mujeres con disponibilidad para trabajar, etc.


Y para comprobar la importante incidencia de el uso de métodos anticonceptivos, veamos la siguiente gráfica sobre los porcentajes de población por grupos de edad comparando a los estados ubicados en los extremos y al promedio nacional.


En Guerrero hay el doble de niños entre 0 y 14 años de edad, como porcentaje de su población, que en el DF. Y esta notoria diferencia determina el hecho de que un menor porcentaje de su población se dedique a actividades productivas, es decir, que la fuerza de trabajo de su mercado laboral sea menos vigorosa y, por ende, el valor de la producción (que generan los adultos en edad productiva), no pueda ser mayor de lo que sería si hubiera más personas en el mercado de trabajo.


Desafortunadamente esta escasez relativa de adultos en edad productiva es un aliciente para que el mercado de trabajo del estado de Guerrero integre a su esfera a una mayor cantidad de niños (fuerza de trabajo infantil) que otros estados del país, pero eso es tema de otra entrada.

miércoles, 7 de octubre de 2009

¿Quiénes son más gordis, las mujeres o los hombres?






http://www.youtube.com/watch?gl=MX&v=UsjrQxZSHrs
Groover Serves a Burger

Desde que lo vi por primera vez cuando era niño, este pasaje se convirtió en uno de mis favoritos. Pero además, en aquél entonces, me sembró una duda igualmente grande: ¿quién podría comerse una hamburguesa de ese tamaño? Fuera de don Timoteo, papá de mi maestra Luisa del Kindergarden, estaba seguro que nadie podría ser capaz de hacerlo. Él era la única persona que conocía lo suficientemente gorda como para llevar a cabo semejante ingesta. Así que una vez que asistió a un convivio en la escuelita, observé con atención la cantidad de comida que era capaz de desaparecer frente a él. Sin embargo, mi sorpresa fue que, lejos de arrasar con las ollas enteras de comida y la canasta de bolillos, comió lo mismo que los demás: un plato con una ración de arroz, una pieza de pollo bañada con una generosa cucharada de mole rojo, un poco de pan y refresco. Pero nada más...

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La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, OCDE, recopila datos de sus países miembro con respecto a diferentes aspectos; evalúa, por ejemplo, algunas de las que denomina condiciones de riesgo para la salud. Entre otras estadísticas, se encuantran los consumidores de tabaco como porcentaje de la población, los litros per cápita que se consumen de alcohol, y el porcentaje de población con sobrepeso y obesidad, del que nos ocuparemos a continuación.

De entrada, hay que decir que existe un índice que relaciona el peso en kilogramos y la estatura en metros llamado índice de masa corporal, IMC, o índice de Quetelet, apellido del estadista belga que lo ideó.

Para obtener su índice de masa corporal, deben llevar a cabo el siguiente cálculo en excel o en mente. Escriban en A1 su peso en kilogramos (yo le puse 74), en A2 su estatura en metros (yo le puse 1.75), en A3 le ponen =A2^2 para sacar el cuadrado de su altura y en A4 le ponen =A1/A3, para dividir su peso entre el cuadrado de su altura y obtener así un cociente que es nuestro índice. El mío salió de 24.16, que apenitas se considera normal de acuerdo a una tabla que utiliza la Organización Mundial de la Salud, OMS, como criterio de clasificación.

Con base en estos parámetros, las personas consideradas con un estado nutricional normal son aquellas que tiene un IMC de entre 18.50 y 24.99. Por debajo de 18.50 se considera que una persona tiene infrapeso y menos de 16.00 pone a las panteras rosas en una situación de delgadez severa.

Las personas con un IMC entre 25.00 y 29.99, se consideran con sobrepeso, y las que tienen un IMC superior o igual a 30.00, obesas. Y los datos de la OCDE para México en el 2000, fueron estos:

• Mujeres con sobrepeso y obesidad: 64.4% de la población total, de las cuales el 28.6% presentó obesidad.

• Hombres con sobrepeso y obesidad: 59.8%, de la población total, de los cuales el 19.2% presentó obesidad.

Y para que vean cómo mejoramos en tan poco tiempo (gracias a la difusión de programas públicos para llevar una dieta balanceada baja en grasas y rica en nutrientes, hacer ejercicio, la contención de la propagación de restaurantes de comida chatarra, el incremento del nivel de ingreso y, por tanto, del gasto que las familias hacen en alimentos saludables ─muchos de ellos nada baratos─, así como del reclutamiento de funcionarios públicos esbeltos ─básicamente los del fisco─ para predicar con el ejemplo, etc.), en el 2006 los alentadores datos fueron los siguientes:

• Mujeres con sobrepeso y obesidad: 71.9% de la población total, de las cuales el 34.5% presentó obesidad.

• Hombres con sobrepeso y obesidad: 66.7% de la población total, de los cuales el 24.2% presentó obesidad.

Ay, perdón, lo que quise mostrar es que en México los problemas de sobrepeso y obesidad van en aumento. Perdón si los llegué a ilusionar, mis estimados lectores...

Como se podrán dar cuenta, si (no) bien, aparentemente, los hombres comemos más que las mujeres simple y sencillamente porque somos mas tragones, los datos de la OCDE ponen de manifiesto diferencias significativas en cuento a la estructura de la población por sexo con respecto al problema del sobrepeso y la obesidad.

Tanto hombres como mujeres en México experimentamos problemas de sobrepeso y obesidad, mismos que limitan el desarrollo de nuestras capacidades y habilidades productivas y nos impiden alcanzar estándares de vida más altos. Es un problema de salud pública que tiene consecuencias económicas dañinas en nuestra población. Efectivamente tiene que ver con muchos problemas de escasez de recursos para enfrentar el problema de alimentarse sanamente. Pero también tiene que ver ─y mucho─ con hacer ejercicio, que relativamente es un factor que sí está más en nuestras manos.

Así que en época de crisis, si no tenemos muchas alternativas, mínimo hagamos algo por nuestro cuerpo haciendo ejercicio y suprimiendo la mayor cantidad de grasas y carnes posible y, en la medida de nuestras posibilidades, integrando elementos nutritivos a nuestra dieta.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

¿Qué hay detrás de un tenedor?




En mi último año de CCH, cuando aún no decidía qué carrera estudiar, un día, desayunando huevos revueltos con jamón y hot cakes con cajeta, utilicé dos tenedores, uno para cada cosa. Y entonces sucedió: Así como Leono hacía con su Espada del Augurio, yo detuve uno de los tenedores frente a mis ojos, me le quedé viendo y, al cabo de unos segundos, lo pude ver claramente: había un minero en el tenedor...


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Las relaciones sociales derivadas del aprovechamiento de los recursos naturales, materiales y sociales, y la forma misma en la que ésta utilización se lleva a cabo, constituyen relaciones económicas que, en mayor o menor medida, nos vinculan a todos los individuos, sociedades y países unos con otros.


Y lo podemos advertir volteando a cualquier lado y observando que, prácticamente, no hay elemento alguno a nuestro alrededor cuya producción, elaboración o existencia no haya sido mediada por el trabajo humano a través de algunas (cuando no bastantes) de sus múltiples disciplinas. Por ejemplo, hablemos de un objeto tan trivial y común: un tenedor. ¿Cómo llega a mi mesa un tenedor? Desde el geólogo que determina la ubicación potencial y exacta del yacimiento o el minero que cava a decenas de metros de profundidad para extraer el mineral, hasta el distribuidor comercial de la ciudad que pone a la venta los cubiertos de mesa, una increíble cantidad de personas forman parte de la cadena de sucesos que hacen posible la existencia de un tenedor al lado de mi plato. Está el conductor del tráiler que lleva el mineral a la siderúrgica para que sea fundido; los químicos que determinan los componentes de la aleación aptos para su uso humano; los obreros de la fábrica que primeramente harán una varilla del mineral fundido en forma de cinta; los ingenieros que hacen las máquinas y los técnicos que revisan que funcionen correctamente y las reparan cuando se descomponen; el diseñador industrial que dice de qué forma y tamaña debe hacerse el tenedor; el diseñador gráfico que hace el logo de la marca de cubiertos y la publicidad con que se comercializan; el transportista que lleva los tenedores hasta el súper y los ayudantes que cargan y descargan las cajas de tenedores; el cajero que nos los cobra en el almacén y hasta el empacador que nos pone en bolsas las cosas que compramos, todos ellos forman parte del conjunto de personas que, con su trabajo, hacen posible que yo pueda sujetar un bistec para cortarlo en pedacitos antes de llevármelo a la boca.


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Descubrir que existe una interdependencia (muchas veces no declarada pero siempre manifiesta) entre quienes tuvieron que ver con un hecho tan simple como que un tenedor llegara a mi mesa, me hizo ver la dimensión tan amplia de las relaciones económicas entre todas las personas que conformamos esta sociedad.


Y entonces decidí estudiar economía.


Para que vean que los tenedores no sólo sirven para comer, aquí les dejo unas fotos mostrando otros de sus posibles usos: se les puede usar como imágen artística, como trofeo e incluso como fetiche...














miércoles, 9 de septiembre de 2009

¿Quiénes trabajan más, las mujeres o los hombres?






Fíjense ustedes que en mi primer entrada comentaba que en total, en México, hay casi la misma cantidad de mujeres que de hombres, (51% ♀ y 49% ♂). Pero... ¿trabajan por igual? Si sí, pues qué división del trabajo tan democrática... pero si no, pues qué división del trabajo tan desigual... A ver, piénsenle, ¿cuál será la respuesta correcta? ¿quiénes trabajan más, los hombres o las mujeres, y por qué?


De entrada, hay una bronca en cuanto a lo que se considera trabajo y lo que no. Muchas personas sólo consideran trabajo aquella actividad que les representa un ingreso en dinero o en especie. Y sin embargo, como diría mi abuelita, los calcetines y los trastes no se lavan solos; o sea que hay muchas personas que hacemos estas actividades lejos de cobrar por hacerlas (aunque ─ojo─ para muchas personas sí representa una actividad laboral). Sin embargo, la visión de que estas actividades no son "trabajo", se manifiesta, por ejemplo, en el hecho de que no le llamamos trabajo a lavar trastes, trapear o planchar, sino que le decimos "quehacer'" (pronúnciese la primera "e" como "i", por fa'.) Entonces resulta que el quihacer' no es trabajo, porque no me gano dinero haciéndolo, es decir, no es productivo, es más, hasta es visto como una pérdida de tiempo. (¿Lavar trastes en lugar de irme a trabajar (o de reven')? O sea, ¡por favor!). Marx, analizando el trabajo en el sistema capitalista, advirtió que todo trabajo es una actividad productiva pero que no toda actividad productiva es trabajo. Es decir, sólo las actividades útiles al proceso de la producción son consideradas "trabajo" por el sistema, y las demás pues no. Pero sí son productivas.

Y lo son porque efectivamente nos permiten mantener el sistema en funcionamiento, ¿o alguien vive en una casa que no se necesite barrer ni trapear y usa ropa que no se necesite lavar y planchar y come en trastes que no se necesiten lavar y secar? Nuestras actividades cotidianas serían imposibles si estos quihaceres' no se llevaran a cabo. Nada más imagínense llegar al excusado todo cochino, o comer siempre en trastes sucios llenos de cochambre... Guácala, hay que lavarlos aunque no nos paguen por ello ─o pagar por que los laven─.

Afortunadamente el INEGI incorpora dentro de su conteo de población 2008 la categoría de trabajo doméstico en su análisis del trabajo y las ocupaciones de las personas.

Y los datos de 2007 son los siguientes.

44.4 millones de mexicanos conforman una masa de gente que los economistas llaman población económicamente activa, PEA, que comprende a todas las personas mayores de 14 años de ambos sexos que aportan su trabajo para producir bienes y servicios económicos. El 62.4% son hombres y el 37.6% son mujeres, y llevan a cabo las siguientes actividades.


Revisemos estos datos por categoría.

Personas que sólo trabajan

(♀ 3% y ♂ 42%)

42 de cada 100 hombres única y exclusivamente trabajan, es decir, no mueven un dedo para hacer quihacer'. Mientras que tan sólo 3 de cada 100 mujeres disfrutan de sólo trabajar. ¿Eso quiere decir que los hombres son 14 veces más flojos que las mujeres? Yo no creo que quiera decir eso ─o sólamente eso─, esta distancia contiene factores cuantitativos como el hecho de que menos mujeres que hombres conforman la PEA, pero también éste mismo factor cuantitativo tiene un sustrato cultural, como por ejemplo la idea de que las mujeres no deben trabajar sino quedarse en casa.

Personas que trabajan y estudian
(♀ 1% y ♂ 2%)

Resulta ser que el doble de hombres que de mujeres estudian y trabajan. El estudio como factor incorporado a la vida de las personas pareciera reducir dramáticamente las diferencias de actividades entre uno y otro sexo. Sin embargo, en nuestra sociedad sigue presente la cuestionable figura culturalmente arraigada del hombre proveedor.

Personas que trabajan y hacen quehaceres domésticos

(♀ 90% y ♂ 52%)

Ah-ha-ha: aquí es donde quedan de manifiesto los grandes desequilibrios en cuanto a la realización de actividades domésticas. Si bien es cierto que en los últimos años ha habido un avance en cuanto a la participación masculina en las labores domésticas, las diferencias aún son muy marcadas. Mientras que 9 de cada 10 mujeres que trabajan colabora en quehaceres domésticos, o sea, casi todas, tan sólo la mitad de los hombres en esta misma situación realiza quehacer en el hogar.

Superheroínas y Superhéroes: Los que trabajan, estudian y hacen quehaceres domésticos

(♀ 5.811% y ♂ 3.544%)

969,601 mujeres y 982,618 hombres, juntos suman los casi dos millones de personas que estudian, trabajan y hacen quehaceres domésticos, labor realmente admirable y que significativamente alínea actividades masculinas y femeninas: ¿Será que, al compartir esfuerzos, hombres y mujeres tendemos a una división más equitativa del trabajo? Yo creo que sí, y espero que estos datos inspiren a todas esas mujeres trabajadoras a no tolerar la indiferencia de sus congéneres masculinos en todas las actividades productivas de la vida.

En realidad, esta entrada no tenía la intención de responder la pregunta de su propio título, aunque ya vimos los números. Más bien, la intención era plantear las siguientes preguntas:

¿Por qué la división del trabajo entre hombres y mujeres tiene que ser como es?

¿No puede ser de otra manera más equitativa?

martes, 8 de septiembre de 2009

El amor y la escasez: ¿qué pasa si hay más hombres que mujeres o viceversa?

Independientemente de tu preferencia sexual, ¿te resulta difícil tener una pareja? * * * * * * * * *
Si eres chava, ¿porque a tu alrededor los tipos están más interesados en beber que en ti?


¿O en jugar entre ellos a las pelotas?

¿Y no te queda de otra más que ceder ante una amiga borracha?


¿O irresistible?
¿O tu amiga cree ser heterosexual y no te da chance?
* * * * * * * * *


O, si eres chavo, ¿porque no se te para ni una mosca?




¿Porque estás cansado de rogarle a esa chica?




¿O porque no te gusta compartir?




¿Te dan miedo las mujeres?




O, siendo sinceros, ¿tu amigo se te resiste?




¿O ellas no aceptan lo que tú les propones?



O... ¿simplemente porque no alcanzaste pareja?





En mi primera entrada finalizaba con la pregunta sobre qué sucede cuando hay más hombres que mujeres o viceversa en el mercado del amor... y digo mercado no porque haya compradores y vendedores de amor, sino simplemente porque existe una oferta y una demanda, los seres amorosos: los que desean ser amados, los que desean amar... Y es a ellos a quienes me refiero. Al respecto, un economista llamado Tim Harford analiza en su último libro las implicaciones que trae consigo la escasez relativa de hombres o mujeres desde una perspectiva económica, haciendo uso del modelo de oferta y demanda que utilizamos los economistas (para explicar, por ejemplo, cómo se lleva a cabo la asignación de recursos en un mecanismo de mercado.)


¿Cómo podría un economista analizar esta cuestión, no se está saliendo ya de su campo de estudio? Muchos economistas han incursionado últimamente en otras disciplinas con éxito, debido a que infinidad de fenómenos ─no sólo los estrictamente económicos─ pueden ser abordados con la lógica de la economía.


El primer supuesto que plantea el modelo del mercado del amor, es el de la racionalidad de las personas, es decir, que, en general, todos tomamos decisiones encaminadas a conseguir beneficios para nosotros mismos. El amor no es racional, pero los amantes sí lo son.


Otro supuesto básico es considerar que la mayoría de las personas quiere casarse (formar una pareja, o no quedarse sola en la vida, si se prefiere). Es decir, tenemos que considerar el hacer una pareja como un beneficio que las personas buscan, aunque muchas personas solteras son felices a sus cuarenta y tantos y otras más maldigan el día en que llegaron al altar... No obstante ello, resulta razonable pensar que la mayoría de las personas desean terminar casadas y viviendo en pareja.


Ahora bien, para amar se necesitan dos. Por simplicidad, supongamos que una pareja se compone de un hombre y una mujer, y que para nuestro modelo contamos con 20 hombres y 20 mujeres solteros metidos en una gran sala, todos ellos compatibles con todas ellas, es decir, todos los hombres posibles parejas de todas ellas. Cierto, todos somos diferentes y tenemos gustos diferentes y sería impensable que nos diera igual elegir para casarnos a la chica número 1 que a la 14 o a la 19... Pero si en este momento suponemos que no importa con quién nos casemos sino sólo el hecho de formar una pareja, descubriremos interesantes implicaciones detrás de la eleción que hagamos.


¿Cómo empezamos a formar las parejas?


Asignémosle pues un valor al beneficio que en nuestro mercado del amor hombres y mujeres obtendrían al formar una pareja, digamos $1000 pesos. (Evidentemente, los beneficios de formar una pareja no se miden con dinero, o no sólamente, pero recordemos que aquí sólo se trata igualarlos para todos ─con una cantidad de dinero─ para ver más allá de las decisiones y el comportamiento de nuestros amantes de laboratorio. En la vida real, estos beneficios pueden entenderse, por ejemplo, como la compañía, la confianza, la familia, el sexo, muchas aventuras, más amigos, compartir tiempo juntos, etc.).


Primera ronda del mercado del amor


Supongamos que, en una primera ronda, les pedimos a nuestros 20 hombres y 20 mujeres que, una vez que hayan formado una pareja, pasen a caja y cobren su cheque de $1000.


¿Cómo se los van a repartir?


En este caso, nuestros 20 hombres y 20 mujeres no tendrían ningún problema en formar 20 parejas y repartirse el botín equitativamente de tal forma que a cada persona le tocaran $500 pesos. De hecho, nadie podría aprovecharse para intentar quedarse con más de la mitad de los mil pesos, porque entonces no se haría el trato y si éste no se hace nadie podría disfrutar del beneficio de formar una pareja, es decir, de los $500 por persona. Así que, en este caso, podemos esperar que las 20 parejas se formen en la caja, cobren su cheque y disfruten de los beneficios de formar una pareja recibiendo cada uno $500 pesos de beneficio.


Segunda ronda del mercado del amor


¿Qué pasa si, por ejemplo quitamos un hombre?


Aunque parece no haber mayor problema si quitamos una persona y dejamos que 39 formen parejas, nos sorprenderemos de lo contrario, pues sólo se podrán formar 19 parejas y una mujer irremediablemente se quedará sola...


Aquí las cosas cambian. Supongamos que las parejas se empiezan a formar y a hacer fila en la caja de nuestro mercado del amor para cobrar su cheque. Es decir, diecinueve mujeres se forman junto a los diecinueve hombres de esta segunda ronda, a excepción de una de ellas, para quien no queda ninguno de ellos. Podríamos pensar que, provisionalmente, cuando las parejas están formadas en la caja, el acuerdo fue igualmente repartirse el botín de a $500 cada quien. Pero si la mujer que quedó sin pareja se comporta racionalmente (recordemos los supuestos de nuestro modelo), ¿acaso no tratará de representar un mayor beneficio para alguno de los hombres al ofrecer, por ejemplo, quedarse con menos de la mitad del cheque, digamos $400 pesos? ¡Claro que lo hará! Para ella será mejor recibir $400 pesos que quedarse sola por no formar una pareja, aunque ello implique que se interponga entre una pareja que ya hasta estaba formada en caja para cobrar su cheque. ¿Cómo pugnarán dos mujeres entre sí por un hombre? Si una de ellas ofrece recibir sólo $400 pesos, otra hará una contraoferta y dirá que acepta recibir $300. Las ofertas serán cada vez más bajas hasta que la mujer que enfrente la posibilida de quedarse sin pareja ofrezca pasar por la caja con un hombre por sólo un centavo. Él obtendrá $999.99 pesos y ella sólo un centavo, pero su centavo será para ella mucho mejor que nada.


Pero aquí no acaba el problema. En economía existe la ley del precio único, que establece que a productos idénticos, ofrecidos al mismo tiempo, en el mismo lugar y con los precios claramente visibles, se les aplicará el mismo precio. Y es ésta la situación en la que se encuentran las mujeres de nuestro mercado del amor. No importa a qué acuerdo se llegue, siempre sobrará una mujer que se ofrecerá por un centavo.


Aunque en realidad nunca se cumplen todos los supuestos para que opere la ley del precio único, estos son los resultados que arroja el modelo del mercado del amor. La falta de un solo hombre otorga a todos los demás un enorme poder de negociación, y este aumento en su poder perjudica tanto a las mujeres que no logran casarse como a las que sí lo logran.


En el mundo real, las mujeres no ofrecen dinero para conseguir esposo, sin embargo, si llevan a cabo estrategias que les den la posibilidad de salir adelante (obtener ese cheque solas o con pareja) estudiando más años, haciendo ejercicio, planificando su maternidad, etc. Pero esto, es tema de otra entrada.

domingo, 23 de agosto de 2009

La crisis económica o el sombrero de mago: ¿es la economía cosa de magia?

Así aparece en primer instancia el tema de la crisis económica: un tema del más allá, exclusivo para videntes*, lleno de elementos místicos: bolsas de valores... que no portan las personas ni nos hablan de moral; mercados de acciones... que uno no ve moverse; contracciones del crédito... que no alumbran credititos; altibajos bursátiles... que quién sabe con qué se comen; cotizaciones que no tienen que ver con la resistencia de una chica a salir con nosotros e inflación que no tiene que ver con las dimensiones de especie alguna de globo ni de artefactos voladores. De esa clase son las dudas y de ese tamaño el desconocimiento sobre el tema, y el vacío que causa su incomprensión se vuelve más grande cuanto más nos sentimos ligados al desaliento que trae consigo la crisis que sí se comprende: ¿por qué el dinero no me alcanza para terminar la quincena? ¿Por qué los precios de las cosas suben sostenidamente? ¿Por qué cada vez es más difícil encontrar trabajo?



En época de bonanza (que [medio] la ha habido), cuando las cosas marchan relativamente sobre ruedas, es tal vez cuando raramente le pasa a uno por la mente preocuparse por la economía, qué va... Pero en épocas de difíciles suele surgir la pregunta: ¿por qué la economía está en crisis? Y peor aún: ¿por qué me afecta?


La economía es la ciencia que estudia cómo se asignan los recursos disponibles para satisfacer necesidades, deseos ilimitados en todos los sentidos que uno se pueda imaginar, y es por ello que está presente en todas las actividades humanas, incluso en las más triviales, como usar un conejo o una baraja para hacer un truco de magia. Y ello se debe a que detrás de toda decisión, existen implicaciones económicas: si decido comprar un conejo para hacer un truco de magia, estaré incidiendo a favor de la producción de conejos en lugar de la producción de barajas. Una decisión así de sencilla forma parte de la suma de las decisiones de todas las personas de una sociedad con respecto a la utilización de sus recursos: un mago puede plantearse la disyuntiva conejo o baraja, pero un carpintero se puede plantear comprar más madera o un taladro nuevo, y un estudiante egresado del nivel medio superior estudiar biología o estudiar medicina, etc. Volteando a nuestro alrededor, veremos que detrás de cada bien y servicio existe el trabajo de innumerables personas.


Por eso la crisis económica nos afecta a todos: porque todos estamos relacionados de alguna forma, en mayor o menor medida, con las actividades que realizan las demás personas. Sin hablar aún de las causas de la crisis se hace evidente que ésta repercute en todas las actividades y decisiones de todas las personas. No hay truco tal vez sólo palabras raras; es cuestión de advertir que las decisiones que toman, lo que hacen o dejan de hacer las personas, empresas y gobierno, tiene implicaciones económicas para todos.


Y acerca de que el quehacer del gobierno también impacta en nuestra vida cotidiana, les dejo un cartón de Magú que me mató de risa.
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* De ninguna forma comparto, lo aclaro públicamente, las expresiones esotérico-metafísicas de Fox. Y de ninguna manera le permito apoyarse en mis ejercicios de equivalencia conceptual para justificar sus argumentos, jajajaja...

jueves, 13 de agosto de 2009

Me da una corona de flores, por favor... O, ¿cuánta gente se muere en México?






Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Geografía, INEGI.


La calaca tilica y flaca, la hueasuda, la catrina, la muerte... la que, según la cultura popular mexicana, aunque la festejemos anualmente ─sin albur─ todos los 2 de noviembre y le pongamos una ofrenda ataviada de colores y platillos, irremediablemente vendrá por nosotros... (a vengarse de todas las ocasiones que nos la comimos hecha calavera de dulce o chocolate); la que un día nos va a venir a jalar las patas... de ella y del medio millón de mexicanos que se lleva anualmente voy a escribir hoy: de la muerte.

En el 2006 hubo en nuestro país 494,331 defunciones, de las cuales 55.4% fueron de hombres y 44.5% de mujeres. Como podemos ver en la primera gráfica, como porcentaje de nuestra población, se nos murieron más personas que en cualquier otro estado, 49,879 en total, por lo que prácticamente uno de cada diez muertos en México se murió aquí. Por el contrario, Quintana Roo fue el estado que menos defunciones registró con respecto a su población, con un 0.24%.

Por género, el DF fue la entidad donde como porcentaje de las defunciones, más población femenina falleció, con el 0.28%. Mientras que Chihuahua (0.31%), Michoacán (0.30%) y Sonora (0.29%), fueron las entidades en que un mayor porcentaje de población masculina registró defunciones.

Es importante advertir que en todos los estados del país murieron más hombres que mujeres, siendo el DF el menos desproporcionado, pues murieron casi la misma proporción de hombres que de mujeres, 104 de ellos por cada 100 de ellas; el promedio nacional fue de 130 hombres por cada 100 mujeres muertas mientras que en Quintana Roo, por cada 100 mujeres muertas, murieron 160 hombres.

Y si les sorprenden las diferencias generales entre muertitos y muertitas, agárrense, chávales de entre 25 y 30 años...

Al hecho de que mueran más hombres que mujeres se le llama sobremortalidad masculina, y éste es un índice cuyo valor indica el número de muertes masculinas por cada cien fallecimientos de mujeres en cada grupo de edad.

Como podemos ver en la segunda gráfica, en casi todos los grupos de edad fallecen más hombres que mujeres. Entre los 15 y los 45 años estas diferencias se acentúan, y en el peor de los casos, de los 25 a los 29 años de edad, de cada 4 fallecimientos, ¡uno es de una mujer y tres son de hombres!

Y en cuanto a las defunciones totales por grupos de edad, como podemos ver en la tercera gráfica, el 60% corresponden a personas mayores de 60 años, el 25% a personas de entre 30 y 59 años, el 6% a personas de entre 15 y 29 años y el 9% a pequeñines de 14 o menos años de edad.

La anterior es pues, la composición por género, estado y grupos de edad del coctel de fallecidos que se echó la muerte en el 2006. En un futuro cercano trabajaré los datos totales de 2009 para que podamos compararlos con éstos de 2006 y sacar una que otra interesante conclusión.

♪ Si Dios me quita la vida antes que a ti... ♪
(Favor de leerse tarareando)

¿Quién no le ha dicho a alguien "siempre voy a estar contigo, siempre te amaré" o alguna de estas máximas-ojo-de-borrego? Corríjanme si yerro, pero... ¿qué no cuando uno se muera simple y sencillamente ya no estará, ya no será y no podrá, por tanto, seguir estando junto a aquella persona a quien hoy le jura eterna compañía transmitiéndole eso que, según yo, sólo los vivos podemos transmitir y que se llama amor?

─Por eso ─decía un amigo que actualmente da clases en la facultad de economía─, todas las historias de amor terminan en tragedia, en que se separan los seres amados, o porque terminan su relación o porque uno de ellos se muere... Así que quien te diga que te amará por siempre, miente como Pinocchio.

Palabras de remate

Finalmente me gustaría hablar sobre algo que está muy relacionado con la muerte: la eternidad. Creo que cualquiera podría definirla... pero, ¿quién me puede demostrar que yo no soy eterno? Reto a cualquiera a hacerlo, jajajaja... No podrían, porque en cuanto me cercenen, yo dejaría de ser y no podría, por tanto, darme cuenta de que ya no soy. Se lo podrán demostrar a uno o mil terceros, y decir cuando mi cuerpo yazca inanimado: "¿Vieron? Le di crank' a Javier". Pero a mí, jamás. Y en vista de que no puedo (y nadie puede) experimentar eternidad, permítanme pavonearme diciéndoles que he escrito yo, Javier, el eterno...

Como una oferta, como una promoción

En flowersfly.com uno puede ahorrarse lo más difícil de los funerales, las palabras de consuelo, adquiriendo una bonita corona de flores por $180 USD, y por tan sólo diez dolarucos más, lucirse en esas fiestas de negro ─sin agraviar a los darketos─ y obsequiar una corona de lujo para quedar bien con los deudos del difunto y "expresar vuestros sentimientos y poner de manifiesto vuerto amor y soporte". Qué más podría uno pedir.

domingo, 19 de julio de 2009

Yo macho, ellas viejas: ¿de a cuántas nos toca, compadre?

El otro día en un microbús sonaba la K-Buena, y a un locutor ─que se escuchaba como todo menos como especialista en demografía─ le escuché decir que, como en México hay tres veces más viejas que hombres, a los hombres nos tocaba de a 3 chancludas. Acto seguido, justificaba los amoríos de un mujeriego que, en el seno del engaño cometido, inconsolable, pedía consejo moral directamente al señor... del programa de radio. "Si engañas a tu vieja, no te preocupes, mano ─decía el locutor─. Preocúpate cuando no puedas con las tres que te tocan".

Y no es el fin de este espacio censurar el engaño ni el relacionarse múltiplemente (problema éste ya de cada quién ─aunque, claro, tengo mi opinión al respecto─), sino hablar sobre la cantidad de mujeres y hombres que hay en México.

Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en su reporte del 10 de julio de 2009, en México somos 107.6 millones de personas, de los cuales 50.9% son mujeres y 49.1% son hombres, por lo que por lo menos cuantitativamente, el mito de que nos tocan 3 mujeres por hombre es una gran mentira. O para que con esos datos nos tocara de a 3 mujeres por hombre (y suponiendo que las mujeres son perfectamente fieles, heterosexuales y que no cuestionan la poligamia de su pareja masculina), 2 de cada 3 mexicanos debería ser casto u homosexual (35.2 millones) y sólo 1 de cada 3 hombres (17.6 millones) ser heterosexual y no fiel, es decir, mantener relaciones amorosas con 3 mujeres de manera voluntaria... ¿Se imaginan un país así? Simple y sencillamente es irreal.

Bajo esta lupa cuantitativa, queda claro que las diferencias de población entre hombres y mujeres no son tan agudas (del triple, del doble o ni siquiera del 50%) y que si o fueran, nuestra sociedad sería realmente un mosaico multicolor muy diferente al que es actualmente.

De acuerdo con el INEGI, en 2008 éramos 106 millones y medio de mexicanos, y la proporción entre hombres y mujeres era de 97 hombres por cada 100 mujeres.

En este mismo año, los siete estados más poblados del país concentran la mitad de la población total: El Estado de México, Distrito Federal, Veracruz, Jalisco, Puebla, Guanajuato y Chiapas tienen juntos 52 millones 773 mil habs.

Sin embargo, los estados más poblados no son los más grandes. En el Distrito Federal, el número de habitantes por km2 es de 5,974, mientras que en Baja California Sur es de tan sólo 8 habitantes por km2. Tan sólo en la delegación Iztapalapa del DF viven 1.8 millones de personas, casi la misma población que tienen juntos los tres estados menos poblados: Baja California Sur, Colima y Campeche: con 1 millón 932 mil habitantes entre los tres.

Guanajuato es el estado que menos hombres por cada 100 mujeres registra, con 91. Mientras que Baja Califormia Sur es el estado con la mayor proporción de hombres con respecto a mujeres, con 110 de ellos por cada 100 mujeres. Esto se debe, entre otras cosas, a que Baja California es un estado de atracción migratoria, y ésta población fundamentalmente es masculina. Mientras que en el caso de Guanajuato, se caracteriza por ser un estado tradicionalmente expulsor de población masculina migrante.

Por grupos de edad, de los 0 a los 14 años de edad está el 29.4% de la población; de los 15 a los 29 el 27.3%, de los 30 a los 59 el 35% y las personas de 60 años y más constituyen el 8.2%. En todas las edades se observa un mayor volumen de población femenina, excepto en la primera. Esto se debe a que en México, como en casi todos los países del mundo, nacen más hombres que mujeres. En el grupo de adultos mayores (60 años y más) la cantidad de mujeres es significativamente mayor que la de los hombres, y esto ocurre en todas las entidades del país. El caso más diferenciado en este segmento de 60 años y más, es el del Distrito Federal, donde por cada 100 mujeres hay tan solo 71 hombres. Así las cosas, las variables reales sobre población son bastente diferentes de la idea de una sobreabundancia de mujeres.

En general, en nuestro país las diferencias entre la cantidad de mujeres y de hombres que hay no son significativas. Sin embargo, sí existen. ¿Tiene esto alguna implicación económica? Sí la tiene: el hecho de que haya variaciones inclusive mínimas entre la cantidad de uno y otro sexo, tiene serias implicaciones en el mercado del amor... Pero esto es tema de otro post.