domingo, 23 de agosto de 2009

La crisis económica o el sombrero de mago: ¿es la economía cosa de magia?

Así aparece en primer instancia el tema de la crisis económica: un tema del más allá, exclusivo para videntes*, lleno de elementos místicos: bolsas de valores... que no portan las personas ni nos hablan de moral; mercados de acciones... que uno no ve moverse; contracciones del crédito... que no alumbran credititos; altibajos bursátiles... que quién sabe con qué se comen; cotizaciones que no tienen que ver con la resistencia de una chica a salir con nosotros e inflación que no tiene que ver con las dimensiones de especie alguna de globo ni de artefactos voladores. De esa clase son las dudas y de ese tamaño el desconocimiento sobre el tema, y el vacío que causa su incomprensión se vuelve más grande cuanto más nos sentimos ligados al desaliento que trae consigo la crisis que sí se comprende: ¿por qué el dinero no me alcanza para terminar la quincena? ¿Por qué los precios de las cosas suben sostenidamente? ¿Por qué cada vez es más difícil encontrar trabajo?



En época de bonanza (que [medio] la ha habido), cuando las cosas marchan relativamente sobre ruedas, es tal vez cuando raramente le pasa a uno por la mente preocuparse por la economía, qué va... Pero en épocas de difíciles suele surgir la pregunta: ¿por qué la economía está en crisis? Y peor aún: ¿por qué me afecta?


La economía es la ciencia que estudia cómo se asignan los recursos disponibles para satisfacer necesidades, deseos ilimitados en todos los sentidos que uno se pueda imaginar, y es por ello que está presente en todas las actividades humanas, incluso en las más triviales, como usar un conejo o una baraja para hacer un truco de magia. Y ello se debe a que detrás de toda decisión, existen implicaciones económicas: si decido comprar un conejo para hacer un truco de magia, estaré incidiendo a favor de la producción de conejos en lugar de la producción de barajas. Una decisión así de sencilla forma parte de la suma de las decisiones de todas las personas de una sociedad con respecto a la utilización de sus recursos: un mago puede plantearse la disyuntiva conejo o baraja, pero un carpintero se puede plantear comprar más madera o un taladro nuevo, y un estudiante egresado del nivel medio superior estudiar biología o estudiar medicina, etc. Volteando a nuestro alrededor, veremos que detrás de cada bien y servicio existe el trabajo de innumerables personas.


Por eso la crisis económica nos afecta a todos: porque todos estamos relacionados de alguna forma, en mayor o menor medida, con las actividades que realizan las demás personas. Sin hablar aún de las causas de la crisis se hace evidente que ésta repercute en todas las actividades y decisiones de todas las personas. No hay truco tal vez sólo palabras raras; es cuestión de advertir que las decisiones que toman, lo que hacen o dejan de hacer las personas, empresas y gobierno, tiene implicaciones económicas para todos.


Y acerca de que el quehacer del gobierno también impacta en nuestra vida cotidiana, les dejo un cartón de Magú que me mató de risa.
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* De ninguna forma comparto, lo aclaro públicamente, las expresiones esotérico-metafísicas de Fox. Y de ninguna manera le permito apoyarse en mis ejercicios de equivalencia conceptual para justificar sus argumentos, jajajaja...

jueves, 13 de agosto de 2009

Me da una corona de flores, por favor... O, ¿cuánta gente se muere en México?






Fuente: Instituto Nacional de Estadística y Geografía, INEGI.


La calaca tilica y flaca, la hueasuda, la catrina, la muerte... la que, según la cultura popular mexicana, aunque la festejemos anualmente ─sin albur─ todos los 2 de noviembre y le pongamos una ofrenda ataviada de colores y platillos, irremediablemente vendrá por nosotros... (a vengarse de todas las ocasiones que nos la comimos hecha calavera de dulce o chocolate); la que un día nos va a venir a jalar las patas... de ella y del medio millón de mexicanos que se lleva anualmente voy a escribir hoy: de la muerte.

En el 2006 hubo en nuestro país 494,331 defunciones, de las cuales 55.4% fueron de hombres y 44.5% de mujeres. Como podemos ver en la primera gráfica, como porcentaje de nuestra población, se nos murieron más personas que en cualquier otro estado, 49,879 en total, por lo que prácticamente uno de cada diez muertos en México se murió aquí. Por el contrario, Quintana Roo fue el estado que menos defunciones registró con respecto a su población, con un 0.24%.

Por género, el DF fue la entidad donde como porcentaje de las defunciones, más población femenina falleció, con el 0.28%. Mientras que Chihuahua (0.31%), Michoacán (0.30%) y Sonora (0.29%), fueron las entidades en que un mayor porcentaje de población masculina registró defunciones.

Es importante advertir que en todos los estados del país murieron más hombres que mujeres, siendo el DF el menos desproporcionado, pues murieron casi la misma proporción de hombres que de mujeres, 104 de ellos por cada 100 de ellas; el promedio nacional fue de 130 hombres por cada 100 mujeres muertas mientras que en Quintana Roo, por cada 100 mujeres muertas, murieron 160 hombres.

Y si les sorprenden las diferencias generales entre muertitos y muertitas, agárrense, chávales de entre 25 y 30 años...

Al hecho de que mueran más hombres que mujeres se le llama sobremortalidad masculina, y éste es un índice cuyo valor indica el número de muertes masculinas por cada cien fallecimientos de mujeres en cada grupo de edad.

Como podemos ver en la segunda gráfica, en casi todos los grupos de edad fallecen más hombres que mujeres. Entre los 15 y los 45 años estas diferencias se acentúan, y en el peor de los casos, de los 25 a los 29 años de edad, de cada 4 fallecimientos, ¡uno es de una mujer y tres son de hombres!

Y en cuanto a las defunciones totales por grupos de edad, como podemos ver en la tercera gráfica, el 60% corresponden a personas mayores de 60 años, el 25% a personas de entre 30 y 59 años, el 6% a personas de entre 15 y 29 años y el 9% a pequeñines de 14 o menos años de edad.

La anterior es pues, la composición por género, estado y grupos de edad del coctel de fallecidos que se echó la muerte en el 2006. En un futuro cercano trabajaré los datos totales de 2009 para que podamos compararlos con éstos de 2006 y sacar una que otra interesante conclusión.

♪ Si Dios me quita la vida antes que a ti... ♪
(Favor de leerse tarareando)

¿Quién no le ha dicho a alguien "siempre voy a estar contigo, siempre te amaré" o alguna de estas máximas-ojo-de-borrego? Corríjanme si yerro, pero... ¿qué no cuando uno se muera simple y sencillamente ya no estará, ya no será y no podrá, por tanto, seguir estando junto a aquella persona a quien hoy le jura eterna compañía transmitiéndole eso que, según yo, sólo los vivos podemos transmitir y que se llama amor?

─Por eso ─decía un amigo que actualmente da clases en la facultad de economía─, todas las historias de amor terminan en tragedia, en que se separan los seres amados, o porque terminan su relación o porque uno de ellos se muere... Así que quien te diga que te amará por siempre, miente como Pinocchio.

Palabras de remate

Finalmente me gustaría hablar sobre algo que está muy relacionado con la muerte: la eternidad. Creo que cualquiera podría definirla... pero, ¿quién me puede demostrar que yo no soy eterno? Reto a cualquiera a hacerlo, jajajaja... No podrían, porque en cuanto me cercenen, yo dejaría de ser y no podría, por tanto, darme cuenta de que ya no soy. Se lo podrán demostrar a uno o mil terceros, y decir cuando mi cuerpo yazca inanimado: "¿Vieron? Le di crank' a Javier". Pero a mí, jamás. Y en vista de que no puedo (y nadie puede) experimentar eternidad, permítanme pavonearme diciéndoles que he escrito yo, Javier, el eterno...

Como una oferta, como una promoción

En flowersfly.com uno puede ahorrarse lo más difícil de los funerales, las palabras de consuelo, adquiriendo una bonita corona de flores por $180 USD, y por tan sólo diez dolarucos más, lucirse en esas fiestas de negro ─sin agraviar a los darketos─ y obsequiar una corona de lujo para quedar bien con los deudos del difunto y "expresar vuestros sentimientos y poner de manifiesto vuerto amor y soporte". Qué más podría uno pedir.